A la vuelta de Tailandia Chiara me regaló una estatuilla de Ganesh. Esta figura de cuerpo humano y cabeza de elefante sentada relajadamente sobre una flor de loto me conquistó con solo verla. Ganesh tiene cuatro manos y en cada una de ellas tiene una herramienta que ofrece a sus fieles para realizar sus proyectos: por esta razón se considera el Dios de los nuevos inicios. Me pareció un regalo muy acertado ya que llevo años volviendo a empezar de cero: me mudé a otro País, cambié de trabajo, casa, ¡todo! Me sentí, por lo tanto, protegida por este símbolo en mi constante transición.

Desafortunadamente, en un bonito día de sol, la estatuilla del Dios Ganesh, se me escurrió de las manos, cayendo al suelo y quedando sin tres de sus cuatro brazos. ¡Trágame tierra! ¡Todo está perdido y la mala suerte caerá sobre mí! Ya se me ocurrían una serie de posibles desgracias cuando Chiara me dijo: compra pegamento.

Sorprendida por la sencillez de la solución, le di la cola a mi hija Martina (que es la Sanadora por excelencia) y ella devolvió a la normalidad a Ganesh en un abrir y cerrar de ojos.

Esto me hizo pensar en un post que leí en internet y decía “Sanar no es lineal”. Recuperarse de nuestros males no es un recorrido en línea recta, uno no va adelante en constante ascenso para volverse un día un iluminado. Cuando entramos en crisis nos miramos dentro descubriendo algunos aspectos de nosotros que ignorábamos hasta entonces, sufrimos, aceptamos el cambio y seguimos más ligeros.

Esto, sin embargo, no quiere decir que no volverá a presentarse otra crisis o que no tendremos que volver a trabajar sobre algunas cosas. No somos máquinas perfectas programables con un software. Tenemos mil y una facetas y tenemos que volver sobre nuestros pasos a menudo para reevaluar, reconsiderar, limpiar y rehacer el trabajo desde otro punto de vista.

Diría que el Dios Ganesh vino a darme una gran lección: cuando las falsas expectativas se vuelven añicos, cuando estamos en crisis y de repente parece que nada tenga sentido, la solución más fácil es, también, la más justa. Compramos pegamento y juntamos las piezas, sin desesperarnos y estando seguros que, antes o después, algo volverá a romperse, pero siempre estaremos listos para observar y arreglar.

 

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Imagen de portada de Martina García Andreoli

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