Me he dado cuenta que el número de mujeres que en su vida han tenido la experiencia de un aborto (espontáneo o voluntario) es increíblemente alto. La mayoría de las pérdidas de las que estoy informada ha pasado durante las primeras semanas del embarazo y, en todos los casos, el hecho fue dejado rápidamente atrás, escondido por un muro de silencio u olvidado gracias a otro embarazo que, afortunadamente, sí llegó a término.
Esta reacción no me sorprende para nada, es natural intentar olvidar lo antes posible, sin embargo la herida que queda grabada en el alma después de un acontecimiento así es tan profunda que, si no nos ocupamos de ella antes o después puede volverse crónica y condicionar, de forma subconsciente, todos los aspectos de nuestra vida.
Durante las sesiones de Reiki con personas que han vivido un aborto me he dado cuenta de una cosa: aunque vinieran a verme por exceso de estrés, insomnio o migraña, la primera sensación que recibo en cuanto empiezo a tratarles es una pequeña presencia que quiere ser reconocida. El esfuerzo para intentar olvidar en seguida lo ocurrido no ha hecho nada más que volver ese dolor crónico. Se queda allí y los acompaña cada día hasta que tengan el coraje de mirarlo a la cara, reconocerlo, llorarlo y dejarlo ir. Son justamente los hijos que nunca llegaron a nacer que vienen en ayuda de sus propios padres durante las sesiones de Reiki: quieren ser escuchados, llorados, amados. A menudo no hay ni la necesidad de hablar de la presencia de esa alma, es la clienta misma quien me confirma la sensación de haberlo sentido cerca.
Cuando entendí la importancia de enfrentarse a este dolor empecé a realizar sesiones de Thetahealing: gracias a la meditación profunda los ayudé a visualizar el niño, a sentirlo, abrazarlo por lo menos una vez. La reacción a esta experiencia es similar a la apertura de un dique. El amor, el dolor y la alegría de poderlo sentir son liberadas por el paciente de repente, empezando un proceso de sanación a nivel emotivo sin precedentes.
Son casi siempre las mujeres las que buscan respuestas en las terapias: en su caso al dolor se añade también la desagradable experiencia física. Sin embargo, quisiera recordar que no tendríamos que disminuir nunca los efectos que un aborto puede tener en los hombres: no obstante el hecho de que muy pocos se atreven a hablar de ello, esta experiencia es absolutamente devastadora para ellos también.
En uno de los casos que he tratado a la sesión de Thetahealing participaron ambos padres. Uno de los efectos de la interrupción del embarazo fue el final de su relación amorosa, pero ahí estaban, años después de su ruptura, para enfrentarse a esa vieja herida que ahora ya era imposible de ignorar. El sentirse la familia que nunca habían sido, aunque fuera durante unos instante, y el descubrir el dolor del otro los hizo sentir acompañados en su propio sufrimiento, permitiéndole reconstruir una unión que el trauma había hecho añicos. El sentido de culpabilidad que habían arrastrado durante años fue borrado al fin de un plumazo, dejando sitio a un nuevo nivel de consciencia que les ha permitido perdonarse a sí mismo y al otro. Meses después de la sesión me han confesado que la presencia constante de esa alma los reconforta diariamente y la reevaluación de esa experiencia les ha permitido darse otra posibilidad como pareja. ¡Me encantan los pequeños milagros de la terapia!
Imagen de portada de Fabrice Van Opdenbosch