¿Qué pasa al comenzar un nuevo viaje? ¿Qué nos llevamos del mundo que conocemos? ¿Qué guardamos? ¿Qué tiramos para ser más ligeros en el camino? ¿Qué zapatos nos ponemos para caminar más rápido, más seguros? Cómo sofocamos la angustia que siempre impregna los momentos que anticipan el movimiento hacia lo desconocido?
El viaje está a punto de empezar y la conmoción es grande, pero decidí que voy a escuchar solamente los consejos de la que realmente me conoce y me sabe llevar: yo misma. Esa pequeña voz que viene de nuestras entrañas y que muchas veces no escuchamos. La ‘panza’ que nos habla y siempre tiene la razón. Qué lástima que a menudo la acallemos en honor al “no es lógico, está mal visto, los demás no lo harían.” Siempre consideramos las opiniones de los demás más correctas que la nuestra. Tal vez porque nos han inculcado que actuar según nuestro deseo es de cabezones o egocéntricos, que hay que escuchar el punto de vista de otra persona para ser más objetivo.
Tal vez sea cierto, pero para mí no existe la objetividad, sólo hay puntos de vista personales. Y el mío vale tanto como el tuyo. Puedo pedir una opinión a alguien para comprarme un par de zapatos, o para saber qué vestido ponerme en una ocasión especial. Pero cuando se trata de MI, de tomar una decisión importante con respecto a mi futuro, de empezar un nuevo viaje, me encomiendo sólo a mí misma. A esa pequeña voz que viene de mis entrañas y siempre tiene la razón. Sin importar lo que digan mi mejor amiga, mi hermana, o incluso mi madre.
No es egocentrismo u obstinación, es amor para mí misma, es fe en mi alma, ella siempre sabe adónde me lleva. Y una vez más estoy segura de que me hará preparar una mochila ligera, poner un par de botas cómodas e incluso me dará un palo para apoyarme en él en los tramos más duros del camino. No he elegido un sendero fácil, pero estoy segura de que será precioso: vislumbro ya prados verdes, ríos anchos y maravillosos picos desde donde se puede ver todo el valle.
Así que doy el primer paso con un poco de angustia, pero muy confiada y llena de gratitud: ¡estoy en buena compañía!