No podía ni mirarlo a la cara. Sin ninguna razón lógica sentía que aquel niño de ojos grandes lo ponía histérico. Está claro que la situación no era nada fácil: se trataba del hijo de su compañera sentimental, por lo tanto un rival para él que había tomado su sitio al lado de ella.
En esta situación el primer escollo que encontramos son los roles de los miembros familiares. En caso de divorcio doloroso y ausencia física y emocional de uno de los dos padres los hijos tienen la tendencia a tomar el sitio del cónyuge que se ha alejado para proteger a la madre o al padre de un ulterior sufrimiento. Los hijos pueden obviamente ejercitar un rol diferente del suyo porque el padre o la madre lo permiten. Y no sólo lo permiten, sino que, inconscientemente, lo incitan a ello. No hay que escandalizarse, es un proceso bastante común que nace de la necesidad de acabar con el sufrimiento agarrándonos a lo que nos queda con todas nuestras fuerzas. Y si lo que tenemos es un hijo que nos abraza durante las largas noches en vela, nos acompaña a todos los lados y comparte con nosotros conversaciones de mayores, el cambio de roles se crea de una manera absolutamente inconsciente.
Normalmente nos damos cuenta de la confusión de roles en el momento en que una persona externa entra en juego, intenta ocupar su sitio y lo encuentra ocupado por el hijo/a. Cambiar esa situación es algo muy doloroso para el padre o la madre porque se trata de analizar todo el trabajo hecho hasta entonces con sus hijos sin dejarse aniquilar por el sentido de culpabilidad ni sentirse inútil. Este último punto es muy importante porque, si no se es consciente del hecho que al fin y al cabo se trata sólo de corregir el rumbo tomado y no de poner en tela de juicio todo un sistema educativo, hay el riesgo de entrar en una profunda crisis personal. “¡No tires el hijo con el agua sucia!” Me decía siempre un amigo cuando exageraba con la autocrítica.
En la situación arriba mencionada, sin embargo, hay otro problema que tendríamos que focalizar. El hecho de que el compañero sentimental sintiera un rechazo tan intenso hacia el niño va más allá de unos simples celos debidos a un intercambio de roles. Él mismo se sentía asombrado por el hecho de que, a veces y sin aparente razón, sentía la necesidad de alejarse del hijo de su pareja. No lograr estar ni siquiera en la misma habitación con otra persona es una señal de alarma que nos dice que algo dentro de nosotros no va bien.
Gracias a una serie de sesiones de Reiki y unas consultas de sus Registros Akáshicos el cliente ha podido excavar en su niñez, sacando a la luz recuerdos y experiencias que hasta entonces había considerado como neutros, pero que, sin embargo, habían sido verdaderos traumas para él. Un nuevo análisis de las circunstancias de su pasado lo ha ayudado a entender el daño moral y emocional que había recibido, permitiéndole de limpiar su subconsciente de recuerdos distorsionados que le impedían de mantener relaciones sanas y equilibradas.
¿Qué significaba por lo tanto el rechazo hacia el hijo de su pareja? Era el indicio de que algo iba mal, un termómetro exterior que indicaba la temperatura del cliente: cuando empezaba a salir significaba que tenía que ocuparse de algún aspecto de su personalidad que estaba boicoteando su evolución personal.
Gracias a este trabajo el cliente se ha concienciado de la necesidad de ocuparse de su propio trabajo emocional, sin dejarse distraer por situaciones externas que antes consideraba como el aspecto principal del problema. El paso siguiente, sobre el que sigue trabajando y que representa el objetivo principal de cada ser humano, es no proyectar sus propias cuestiones no resueltas sobre el prójimo, sea que se trate de familiares, amigos o simples conocidos.
Imagen de portada de Fabrice Van Opdenbosch