La única constante en la vida es el cambio, decía Eráclito. No puedo que estar de acuerdo, de hecho, no es que este señor fuera propiamente un estúpido…

Hace años que mi vida coge giros inesperados, justo cuando menos me lo espero. A menudo han sido pruebas difíciles que, en algunos momentos, me han doblado hasta casi romperme. Recuerdo que, hace años, en el medio de una situación difícil desde el punto de vista personal y profesional, cuando todo parecía sumergido en el caos absoluto, soñé que hacía surf: cabalgaba olas gigantes con una sensación de vértigo, como cuando se sube uno a una montaña rusa. Veía allá al fondo la costa y me sorprendía de mi capacidad de no darme de bruces contra las rocas, bajaba y retomaba la ola para volver a subir.

Ahora me doy cuenta de que aquel sueño no era nada más que una manera de aprender a tomar el control de las situaciones, un consejo a surfearlas en vez de dejar que el pánico me domine delante de una ola gigante y ahogarme.

Diría que, a día de hoy, he puesto en práctica la enseñanza, ya que desde entonces no he dejado de tomar decisiones que me han llevado a un cambio constante, pero que, al mismo tiempo, me han hecho más fuerte y segura de mí.

Ahora estoy delante de otra encrucijada, una de las más importantes hasta ahora: después de 18 años de vida en España, vuelvo a Italia, para vivir en el pueblo que me vio nacer. No es una decisión repentina, fruto del miedo o la inseguridad, sino una elección consciente y meditada en los años, una vuelta a mis raíces, a mi familia y a mi tierra con un nuevo sentir. Me fui para ser libre, vuelvo para pertenecer.

Sin embargo, no corto mi relación con Barcelona. Una española como yo no puede dejar atrás a las personas y la ciudad que tanto me han dado en estos años. Llevaré siempre en el corazón a los amigos de una vida que hicieron piña alrededor nuestro para compartirlo todo, para ser familia de dos extranjeras que una familia, allí, no la tenían.

Los Bradfords se han vuelto parientes honoris causa, lo decretó la misma Martina que, con dos años, se escapaba literalmente de nuestra casa para buscar refugio en su piso y que llamaba daddy al padre de su mejor amiga. El estatus de clan nos lo ganamos a golpe de tradiciones estrafalarias: la calçotada a Can Cladelles con foto de grupo alrededor del pozo, la cena de Navidad de mediados de Diciembre en la que se celebraban todas las festividades (Navidad, Noche Vieja y Reyes), las noches dedicadas a Eurovisión y los mundiales de fútbol mojados con barriles de Heineken, los viajes a los Países de pertenencia de los miembros del grupo (Italia, Gran Bretaña y Holanda). Como  buena familia que se respete, mantendremos intactas estas tradiciones, próximo objetivo: ¡la Rioja!

Las Mamis, el grupo de madres más singular que conozco. El destino puso a nuestros hijos en la misma escuela, nosotras nos volvimos amigas por elección. Nuestros desayunos nos hicieron ahorrar un dineral en psicólogos y los viernes por la noche se volvieron el momento más especial de la semana. Nos seguimos preguntando cómo un grupo tan heterogéneo puede haberse compenetrado tanto: no hay explicación lógica ¡nos queremos y nos llenamos muchísimo! Pensábamos que nos alejaríamos con el cambio de colegio: ¡lo que pasó en realidad fue lo opuesto! Tengo la clara sensación que se celebrará algún viernes de Mamis aquí en Italia…

La Asociación Reiki Solidari y todas las pacientes del Hospital Municipal de Badalona: ¡no tenéis ni idea de lo que me habéis llegado a enseñar! El amor  y la dedicación que los voluntarios reikistas ponen en el servicio a los enfermos llega al corazón y todavía me emociono en recordar la alegría que caracterizaba cada encuentro del viernes. Acompañar a las personas que sufren de una grave enfermedad es una de las experiencias más enriquecedoras. Habría que hablar más a menudo de los voluntarios que dedican su tiempo y esfuerzo personal a los demás porque son lo mejor de nuestra sociedad, una de las razones que nos alejan de la autodestrucción. A vosotros también os hago una promesa: Reiki Solidari tendrá una sede en Italia y nuestra unión será una estupenda realidad.

Finalmente no puedo nombrar todos los amigos que me han acompañado durante todo o parte del camino a lo largo de estos años, vosotros sabéis que parte de mí se queda en vosotros y parte de vosotros se queda en mí. La distancia física es pura ilusión, seguiremos enriqueciéndonos unos a otros para seguir en el camino.

Imagen de portada de  Fabrice Van Opdenbosch

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