Esta mañana (día no me acuerdo cuál de cuarentena, he decidido no contarlos ya) me desperté y recibí una pequeña buena noticia: por primera vez desde el principio de la epidemia el número de nuevos contagios en Italia está bajando. No es para tirar cohetes, ya que las cifras siguen muy altas, pero es una pequeña señal que nos dice que estamos yendo en la dirección correcta, que las decisiones que se han tomado hasta ahora son acertadas.
Para celebrarlo preparé el café y lo tomé en la terraza disfrutando de la vista de mi pueblo envuelto en la luz de la mañana. Desde que empezó esta pesadilla he decidido parar de pensar constantemente en los problemas económicos que nos traerá todo esto, en cómo y cuándo saldremos de esta situación y en los esfuerzos que todavía tendremos que hacer.
He decidido centrarme en las cosas positivas que son muchas: mi familia está bien, tenemos un techo encima de nuestras cabezas, comida para parar un tren y hasta una vista maravillosa que nos alegra en los momentos de agobio. No estoy para nada de acuerdo con quien compara esta situación con la guerra. Es verdad que nuestras vidas han cambiado completamente por un peligro exterior, sin embargo, por favor, ¡no hagan paralelismos entre nuestra, de todas formas, privilegiada situación y quien vive el racionamiento de comida y siente las bombas caer sobre sus casas!
A media mañana fui al colmadito del pueblo y Valentina, la dependienta, me dio dos bonos descuento de 20€ para las próximas compras. En un día normal me habría alegrado por la noticia y ya está, pero hoy, será por el aislamiento y los problemas económicos que la inactividad empieza a causar, me sentí eufórica. “Sabía que sería un buen día, me lo sentía, la felicidad trae buenas cosas”
“¡Sí! La energía sigue al pensamiento” contestó Valentina. Es un argumento muy gastado que en teoría todos conocemos, pero estaría bien volverlo a sacar y ponerlo en práctica en momentos como estos. La gratitud trae abundancia, la alegría felicidad, la autoestima nos hace rodear de buenas personas. Tristeza, rabia e insatisfacción, aunque sean inevitables a veces, si son cultivadas en nuestro corazón, nos llevan al borde del abismo. Le elección siempre es nuestra.
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Imagen de portada de Martina García Andreoli